Quiero compartir con ustedes un texto de un conocido escritor cajamarquino, particularmente me sentí muy identificada con él, espero que ustedes sientan y disfruten también la emoción que en mí vivió al recordar detalles de esta bella ciudad:
Para ser feliz en Cajamarca de Jorge Pereyra
Deseo tener la libertad de usar muy poca ropa o de andar medio desnudo en mi habitación cuando la temperatura lo permita, y de conservar mis amados zapatos viejos.
Quiero en el verano un buen baño termal en una poza de Baños del Inca y en el invierno una buena fogata de leña con rasgueo de guitarras.
Quiero tener un hogar donde pueda ser yo mismo. Quiero escuchar la dulce voz de mi esposa y la risa de mis hijos, dentro de la casa, mientras trabajo en el corredor del patio lleno de geranios florecidos. Quiero niños que me ayuden a recordar que todavía sigo siendo niño y que salgan conmigo a jugar bajo la lluvia.
Quiero un pedazo de tierra en Llacanora, en el que mi esposa y mis hijos puedan construir una casita de adobes, alimentar animales y regar las flores. Quiero oír el canto de los gallos por las mañanas y de los huanchacos por las tardes. Quiero que en mi rústica casita de campo haya árboles viejos, frondosos y elevados.
Quiero acostarme sobre el pasto tierno y quedarme dormido después de contar las estrellas. Quiero escuchar con detenimiento la balada cantarina del arroyo que discurre entre las piedrecillas.
Estas son las cosas que me harían feliz. No deseo otras.
Quiero un cuartito propio donde poder trabajar y escribir los dictados de mi imaginación. Un estudio limpio, ordenado, confortable, íntimo y familiar. Que huela a humo de eucalipto, a retamas en flor y a libros antiguos.
Quiero algunos buenos amigos que sean más que mis familiares, amigos con los que no haya necesidad de ser cortés y que me cuenten todas sus aflicciones. Amigos que citen a Aristóteles, Marx, Joyce, Arguedas y cuenten cuentos colorados, que sean espiritualmente ricos y puedan hablar con el mismo candor de obscenidades y de filosofía. En fin, amigos que tengan sus creencias y que respeten las mías.
Quiero que al atardecer una sensación olfativa me abrume con el olor a tierra mojada que deja la lluvia y que los apastelados matices del arco iris se descuelguen por mi ventana abierta a la inmensidad del paisaje cajamarquino.
Quiero un horno cóncavo de tierra donde hacer mi propio pan y un fogón en la cocina donde bajo la luz mortecina de una lámpara escuche a los fantasmas de mi abuela, mi madre y mis tías, contar historias de espectros y duendes mientras oscurezco en un tiesto los granos de mi amado café.
Quiero que la luz de la luna cubra con hilachas plateadas mi casita de adobe, que las luciérnagas enamoradas se persigan jubilosas entre las flores del jardín y que un coro de ranas eructe sus graves armonías desde la complicidad de un estanque cercano.
Quiero una buena cocinera que sepa hacer sopas deliciosas y un viejo perro de caza que piense que soy un gran hombre, aunque no sepa en qué reside mi grandeza.
Quiero una buena biblioteca, un buen café y una mujer que me comprenda y me deje libertad para hacer mi trabajo.
Jorge Pereyra
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